Había una vez un niño tan roto como yo, un día nos conocimos, y aunque somos de distintos tiempos, formamos un puente tan lindo, que cuando sabe que voy, me llama cantando mi nombre. Él tiene marcas como yo, pero es un misterio lo que le pasó, aún sonríe, aún canta, aún busca jugar y mantener su infancia, me encanta que no se de por vencido. Cuando está triste y no conozco la razón, me quedo cerca, a veces también le canto, y otras veces necesita mi silencio y se lo doy.
Pienso en el zorro y el Principito, y en cuánto se parece esa historia a la nuestra. También pienso que la infancia de aquel niño se parece a la mía, y tuve la oportunidad de darle un abrazo a tiempo.
Creo que la felicidad también tiene su cuota de tristeza, al menos para mi. La noticia de que se iba me llenó de alegría y también de nostalgia. Es que lo voy a extrañar mucho, y esa es la consecuencia tierna y triste de formar un lazo.
Gracias por enseñarme a ser mejor, por ayudarme a sanar una parte de mi, por dejarme curar algunas heridas aunque el pervinox ardiera y el jarabe fuese feo, me recordaste tantas cosas que no quiero ser egoísta y pedir que te quedes, porque este lugar es pasajero. Sé que te quedaste con una parte de mi, creo que el amor se trata de eso, y recién ahora lo entiendo. Te quiero con el alma pequeño gigante 🤍
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