sábado, 21 de enero de 2023

los pájaros de la tristeza

Otro de mis amigos, con quien compartí la adolescencia y muchas risas, se quitó la vida. Fue en la madrugada del jueves 12 de enero, dejó una carta, y muchas preguntas. Todavía no tengo palabras para hablar de él, solo algunas cosas que digo con frialdad, la misma frialdad que me ayuda a no aceptar su muerte. Si escribo es para desahogarme, o por lo menos, intentar entender un poco algo, que siempre me parecerá muy difícil de comprender.

La vida sigue, si. Pero qué injusta que siga sin los buenos, qué injusto que en la vida real, los buenos mueran, porque sufren, y porque probablemente no encontraron la ayuda necesaria o creyeron que la solución estaba en desafiar al cronos y salirse del tiempo. 

Escribo para no morir de tristeza, porque otra vez mi vida no es la misma, porque otra vez no pude hacer mucho para salvar a mis amigos, pero tal vez pueda hacer algo todavía para salvarme a mi. 

Qué mierda la depresión, qué mierda que el acceso a la Salud mental sea un privilegio y no un derecho garantizado para todos, y para todos mis amigos.

El sábado nos juntamos con mis amigos, los que quedaban. Y entre risas y llantos, hablamos de la muerte, la cual, nos respiró de cerca después del suicido de Chino. Todos confesaron haber tenido ganas de morir en algún momento, aunque hoy estuvieran bien, nos abrazamos y seguimos hablando. 

Estoy cansada del dolor, necesito que mi corazón esté en un lugar seguro. La vida adulta se vuelve cada vez más difícil, aunque pensé que sería al revés, necesito dejar mi corazón donde haya luz. Estoy cansada del dolor.