Su esposa, la Sra. Limpieza escondía los escombros bajo la mesa, ponía la casa patas arriba al aburrirle la monotonía.
Luego seguía Enriqueta la más chica de todos, la más inquieta, por dónde caminaba dejaba cascabeles, perdía las llaves y rompía papeles.
Era una familia numerosa y distinta, algunos finos, otros educados, miraban de reojo a los desalineados.
Lo cierto es que habían olvidado que más que vientos, eran caos. No tenían tiempo para desordenar el paisaje, o eso decían, preferían la tranquilidad y el silencio de la soledad.
Las reuniones familiares eran tormentas inolvidables, hoy solo quedaban vientos tímidos, muy amables.
Pero en el fondo de la sala, se escuchaba un murmullo, era Enriqueta que daba vueltas haciendo barullo, desordenando todo a su paso, cantando y gritando. Bailando al compás de su música. Ante tanto revuelo los vientos tranquilos se emocionaron, recordaron que ellos también una vez, habían sido tornados.